El sistema fiscal chino cuenta con uno de los mayores grados de descentralización del mundo. La estructura del sistema fiscal chino se organiza en torno a dos niveles principales: local y estatal. La gestión de los impuestos es llevada a cabo por la SAT en coordinación con las agencias tributarias locales, que están repartidas por todo el territorio y cubren tanto los niveles provinciales, como locales y de distritos.
Debido a esta complejidad, las empresas que operan en China deben contar con asesores expertos en planificación contable y fiscal, teniendo en cuenta el impacto que tendrán en sus negocios la imposición arancelaria, el Impuesto de Sociedad, el Impuesto al Consumo o el Impuesto sobre el Valor Añadido entre otras tasas chinas.
El Impuesto de Sociedades (IS o CIT, Corporate Income Tax) grava las rentas obtenidas en China por empresas tanto locales como extranjeras. Después de la entrada de China en la OMC y de la necesidad de cumplir con el principio de no discriminación, en 2007 se aprobó una nueva ley del Impuesto de Sociedades que entró en vigor el 1 de enero de 2008 por la que se aplica un tipo homogéneo de 25% y un tipo especial de 20% para empresas pequeñas con reducidos beneficios.
Esta categoría está formada por aquellas empresas que operen en mercados no restringidos ni prohibidos y que cumplan con las siguientes condiciones: